lunes, 5 de noviembre de 2007

31/10/07 ¿Igualdad?


La emergencia de nuevos modelos productivos ha transformado el trabajo humano. Las nuevas formas de organización del trabajo y de la producción demandan, por un lado, la estabilización e implicación del sujeto en el proceso de trabajo (mayor iniciativa, responsabilidad e incorporación de su saber hacer) y, por otro lado, flexibilizan el empleo volviéndolo más precario al incrementar el desempleo prolongado y las formas inestables de empleo.





Este movimiento de inestabilidad del empleo se acompaña de un vasto y múltiple proceso de precarización del trabajo, en donde a una parte de la sociedad se le impide ser activo o se le recluye en la no actividad. El desempleo prolongado incluso se transforma en un verdadero proceso de exclusión social.





Si bien las mujeres tienen hoy un mayor acceso al empleo, incluso han incursionado en ciertos sectores y ocupaciones antes considerados exclusivamente masculinos, sufren relativamente más los cambios provocados por las innovaciones tecnológicas y la reorganización del mercado del trabajo, asignándoseles los empleos precarios con mayor facilidad que a los hombres.





Precisamente el incremento de la actividad femenina coincide con un aumento importante de la precarización del empleo. Así, detrás del crecimiento continuo de la participación de las mujeres en actividades remuneradas, emerge una figura laboral de crisis.


La precarización social concierne a hombres y mujeres, pero no los afecta de la misma manera. La precariedad tiene un sesgo genérico que nos habla de un proceso profundamente sexuado, que toca en primer lugar a las mujeres, tanto a las que se han incorporado a actividades formales como a las incorporadas en actividades informales.Hoy en día, esta figura de inestabilidad puede ser simbolizada por la trabajadora en actividades precarias, quien parece constituir la característica más relevante del trabajo femenino: la institucionalización de la inestabilidad, la precarización social y la feminización de la pobreza.





En todo el mundo, los trabajos considerados atípicos constituyen empleos permanentes para las mujeres. Son trabajos desvalorizados, sin calificación, de bajo nivel jerárquico y remuneración, a tiempo parcial, a domicilio, temporal, ocasional o por temporada, por contrato a tiempo determinado, por cuenta propia, subcontratado o simplemente informales.Sin embargo, en el ámbito de un mercado flexible a escala internacional, las mujeres ocupan una posición estratégica. El mercado global con el acceso a trabajadores desiguales supone una división social y sexual del trabajo transnacional.





El trabajo y el empleo de hombres y mujeres no es intercambiable, por lo que pesa sobre las mujeres la doble carga de la responsabilidad familiar y el trabajo remunerado. Si el empleo se plantea como el salvoconducto que legitima la presencia en la vida pública y un derecho que la democracia debería garantizar como el derecho al voto, hoy las mujeres para acceder a él se encuentran en una posición de gran desventaja que las coloca en una situación permanente de trabajo excesivo.

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